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Junio/2017

Jugar es cosa seria. Hoy: desde la panza

Con la llegada de un bebé aparecen muchísimas interrogantes, comienza un mundo nuevo por descubrir. Sin embargo, pocas son las veces que nos preguntamos ¿cuándo podemos jugar?

Recuerdo hace algo más de dos años el nacimiento de la hija de una gran amiga, casi una hermana. Había sido una cesárea, por eso quien llegó primero a la habitación fue el feliz papá con su pequeña en brazos. Tenía esa luz tan especial que tienen quienes ven al gran amor de su vida por primera vez, ese amor que se sabe será para toda la vida. Nos mira y le habla a su hija como la “porota del grupo”, le dice frases hermosas. Al rato, llega la flamante mamá y le pregunta: “¿cuando puedo empezar a jugar?” Yo reí, porque sabía que mi amiga y su bebé jugaban hacía rato.
Cuarenta días después me enteré que llegaba Manu a nuestras vidas. Había algo que tenía muy claro y era que, tan pronto asumiera esta nueva realidad y torrente de emociones, había que jugar. Así fue que, luego de la primera eco, comenzó nuestra aventura lúdica. Cada vez que me iba a bañar le cantaba “al agua pato”, es por eso que ya en las últimas semanas de gestación era el lugar donde danzaba más y fue el espacio que utilicé en mi comienzo de trabajo de parto. Hoy en día, es indicador clave de disfrutar el momento del baño.
Pero había algo que me fascinaba hacer y era jugar dando golpecitos suaves y marcando ritmos diferentes; el me respondía y yo estaba feliz. Sabía que nuestra conexión, nuestro vínculo era real y había algo, que luego del nacimiento, nos seguiría recordando esas primeras etapas. Una vez nacido Manu reaccionaba de la misma manera a las canciones y ritmos que le hacía sobre sus piecitos.
Aquellos que están transitando un embarazo, seguro se han hecho miles de preguntas. Estarán pensando en qué pañales serán mejor. Chupete si, chupete no. ¿Cuna, colecho o una con barrote? Pero dejen un poco de lado todo eso y disfruten tanto como puedan el simple hecho de ser ustedes dos. ¡O tres! Conéctense con su cuerpo aquí y ahora, con los ritmos más arcaicos, su corazón y respiración, sientan sus más mínimos movimientos, y comiencen así a jugar lenta y paulatinamente. No hay dos embarazos iguales, no hay otro día igual a este, pero pañales, cunas y memas hay por doquier…
Jueguen… porque el jugar es una forma de expresión, de comunicación. Jugar va más allá de un juguete intermediario, podemos jugar con nuestro cuerpo, hacia el otro y con el cuerpo del otro. Recuerden siempre que el ser humano se construye con y desde el otro. Jugar implica crear, imaginar, conectarse, conocer el mundo que nos rodea.
Anímense a jugar con sus pancitas, los resultados las sorprenderán mucho. No existe la excusa “no se jugar”, todos podemos y sabemos jugar, a veces es necesario un empujoncito, un volver a conectarse con el niño que todos fuimos, volver a recordar esas canciones de nuestra infancia o buscar espacios donde se propicien estos encuentros entre mamá y bebé.


Patricia Olivera


LIC EN PSICOMOTRICIDAD
INSTRUCTORA EN MASAJE INFANTIL

Fecha
02/06/2017
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