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Septiembre/2017

¿Por qué criar en brazos?

“No lo cargues en brazos que se va a malcriar”…seguro que si eres madre, te han dado ese consejo muchas veces. Nuestra madre, la suegra, la pediatra, la vecina… muchas personas en nuestra sociedad suelen decirnos cómo criar a nuestros hijos. O mejor dicho, cómo no hacerlo. Puede que tú misma hayas dado ese consejo a otras madres, incluso cuando no lo eras aún. Pero, ¿es cierto?, ¿se malcrían nuestros bebés si los cargamos en brazos?, ¿es bueno dejarlos llorar para, como algunos afirman, enseñarles desde pequeñitos a no ser dependientes?

En este artículo no quiero darte mi opinión porque considero que parte del problema al que nos enfrentamos los padres es precisamente la confusión de escuchar tantas ideas como si fueran dictámenes. Yo recomiendo que opinemos sólo cuando nos preguntan, pero aconsejar es algo diferente. Cuando alguien nos da un consejo apoyándose en su vivencia o en su formación profesional, debería saber distinguir si habla desde la experiencia y la evidencia o desde la opinión personal que casi siempre está alimentada por la cultura del momento, con sus mitos y prejuicios.
Quienes nos hablan de su experiencia de haber criado hijos sin darles mucho contacto, quizás antes de recomendar seguir haciéndolo, deberían reflexionar en la relación que tienen esas personas hoy en día con sus hijos. Si es estrecha, cercana, afectuosa, si hay confianza y complicidad o sólo los une el respeto por sus mayores.


¿Se malcría un bebé en brazos?
Todos deberíamos reflexionar sobre por qué tenemos tantos adultos hoy con problemas emocionales, por qué hay un repunte en la violencia, en el machismo, por qué cada vez hay más personas que necesitan apoyo para sobrellevar sus conflictos, por qué como colectivo nos falta tanta autoestima. Cualquier profesional de la salud mental sabe, que la clave de muchos de los problemas que manifestamos en la edad adulta, tienen su origen en la primera infancia. Casi siempre por falta de afecto, de contacto, de cariño, de comunicación.
La pregunta es clara entonces: si el modelo de padres autoritarios poco afectuosos y comunicativos no ha dado buen resultado en nuestra generación, ¿por qué empeñarnos en perpetuarlo? La respuesta resumida y muy simplificada sería que repetimos lo que aprendimos, es decir, tendemos a dar lo que recibimos.
De ese modo, la mayoría de los padres no hacemos un ejercicio de reflexión antes de tener hijos para decidir cómo va a ser nuestra forma de criar. Creemos que ser madres y padres es algo natural, que se va aprendiendo sobre la marcha. Y en parte es cierto porque muchas de nosotras al tener a nuestros hijos, sentimos en primera persona que aquello que nos dijeron o que nosotras pensábamos sobre criar hijos, no nos sirve.
A la mayoría de las madres no nos nace dejar llorar a nuestro bebé en su cuna, sólo porque alguien nos ha dicho que tomarle en brazos y calmarle es malo para él. La mayoría sencillamente respondemos al instinto, al llamado de nuestra criatura reclamando una necesidad.

Más que una moda
Nuestro instinto maternal mamífero ha hecho que, a pesar de las distintas corrientes filosóficas y de pensamiento, a pesar de las creencias religiosas y espirituales y de las condiciones adversas por las que ha atravesado la humanidad desde sus inicios, hayamos sobrevivido.
Hemos sobrevivido como especie porque las madres siempre han sabido que sus crías necesitaban comida, calor, cuidados… y contacto estrecho. Si algo han tenido en común todas las madres del mundo, vivieran donde y cuando vivieran, es saber que el lugar más seguro de un recién nacido es el cuerpo de su madre. Por eso portear, llevar a un bebé cargado con la ayuda de algún utensilio, es tan antiguo como el propio ser humano.
No es una moda, es la forma más natural de criar a nuestros hijos. Hay padres que usan cargadores para llevar a sus bebés sólo de forma puntual. En los omentos en los que no se puede usar un carrito y no hay posibilidad de dejar al bebé solo o al cuidado de otro adulto. Pero cada vez son más los padres que utilizan el porteo como medio para un fin. Padres que portean a sus hijos incluso cuando podrían utilizar un carrito o cuando podrían dejar al bebé con terceras personas.


“Llevar a un bebé cargado con la ayuda de algún utensilio, es tan antiguo como el propio ser humano. No es una moda, es la forma más natural de criar a nuestros hijos”.

¿Por qué portear?
Cuando yo aún porteaba a mis hijos y me preguntaban por qué lo hacía, podría haber respondido hablando de neurociencia, comentando sobre la teoría del apego y los beneficios del vínculo, sobre cómo influye la seguridad del bebé en ser cuidado hoy, en su autoestima de mañana. Pero sencillamente decía: “porteo porque nos gusta”. Los padres no besamos y acariciamos a nuestros hijos porque es bueno para su desarrollo, aunque es cierto que lo es. Lo hacemos porque queremos hacerlo. Porque es la respuesta natural a lo que sentimos por ellos. Porque nos hace felices, nos da placer.


“Los padres besamos y acariciamos a nuestros hijos porque queremos hacerlo, es la respuesta natural a lo que sentimos por ellos y además porque nos hace felices y nos da placer”.

Reivindicando el placer
El placer es un mecanismo biológico muy importante y bastante olvidado en el ámbito de la maternidad y la crianza. Del mismo modo que el miedo y el asco nos protegen de prácticas y/o sustancias potencialmente peligrosas, el placer nos incita a repetir aquellas acciones buenas y útiles para la supervivencia. Por eso disfrutamos de comer, beber y del descanso. Nuestro organismo utiliza diferentes hormonas como una especie de mensajeras para avisarnos que eso es bueno, que hay que repetirlo.
Por eso el sexo es placentero y amamantar también, porque son prácticas imprescindibles para la vida. La vida empieza con oxitocina, que no sólo es la hormona del orgasmo, el parto y la lactancia, es la hormona de la vinculación, del amor, dicen algunos. Vincularse es necesario para la vida, imprescindible para un desarrollo sano, así que todas las prácticas que contribuyan a la vinculación son, o deben ser, placenteras.
Mirar a ese ser que amas, tocarlo, acariciarlo, hablarle, cantarle, acunarlo. Sentir su tacto, olerle, besarle, masajearle, todo eso produce placer. Cualquier madre se reconoce en esos momentos de puro amor por su cría.

Lo contrario de malcriar: criar bien
Criar de ese modo también es imprescindible para una sociedad compuesta por adultos sanos, por eso todas esas prácticas nos producen placer, para que queramos hacerlo de ese modo, para que estemos dispuestas a pasar años dedicados a esos seres tan dependientes, para que incluso repitamos. El contacto estrecho produce placer a las madres, padres y al bebé que se cría, sintiéndose valioso y querido, sabiendo que hay alguien dispuesto a atender sus demandas. Las materiales como lo son la de comida, techo y abrigo y las emocionales, de sentirse amado, contenido y cuidado. Los padres nos enfrentamos al reto de desaprender aquello con lo que fuimos criados, para aprenden lo que los bebés realmente necesitan.
Por eso, cada vez hay más padres que han cambiado el consejo del inicio por este otro: “Aprovecha ahora y abrázalos mucho, que crecen muy rápido”

Nohemi Hervada
Escuela de Porteo Mimos y Teta
www.asesorasdeporteo.com

Fecha
02/09/2017
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